Estambul,
una ciudad para el Imperio y la República
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La
División de Bibliotecas de la Universidad del Valle invita a la
charla “Conversaciones sobre historia del arte: Estambul, una
ciudad para el Imperio y la República”, que se
realizará este miércoles 3 de septiembre de 2014, a las
6:15 p.m., en el Auditorio Ángel Zapata, Biblioteca Mario
Carvajal, Meléndez.
Esta charla será impartida por Carlos Esteban Mejía
Londoño, doctor en Historia del Arte de la Università
Degli Studi di Bologna.
Sobre la charla
Aunque suene extraño y se la llame Byzantium o
Constantinopla, Estambul tomó su nombre oficial el 28 de marzo
de 1930. La urbe de Constantino, la capital largamente
“deseada” desde el 600 d.C. por ávaros y eslavos,
por persas sasánidas y árabes, y luego por turcos
selyúcidas, la capital tomada y saqueada por tropas cruzadas en
1204, y recuperada por Miguel VIII Paleólogo en 1259, irá
perdiendo de manera paulatina e irremediable sus territorios imperiales
en Asia, Europa y alrededor del Mediterráneo, hasta caer de
manera definitiva el 29 de mayo de 1453, en poder de los turcos
otomanos.
Osmán,
Orhan, Murat I, Bayaceto, Mehmet I, e incluso Tamerlán,
pondrán todos de su parte, para que sea por fin Mehmet II quien
derrote a Constantino XI Paleólogo, e inaugure la historia turca
e islámica de la “nueva” e histórica ciudad.
Estambul había llegado. Y ante los ojos incrédulos de la
Cristiandad toda, no solo recobraría su antiguo fasto, sino que
se iría llenando de incontables mezquitas, baños
fabulosos, puentes y palacios de ensueño, de la mano de
Solimán el Magnífico y su corte de ingenios, con el
arquitecto Sinán a la cabeza.
Así, el vasto conjunto de Topkapi, el Divan Yolu, el Gran Bazar
Cubierto, la mezquita de Beyazit, la de Eyüp, la Fatih,
entre tantos otros edificios y monumentos, constituirán el
legado de esta urbe gigantesca de casi 15 millones de habitantes de
múltiples razas y lenguas, que se agolpan alrededor de uno de
los más bellos e inigualables emplazamientos naturales del
mundo, al final o al comienzo del Mar de Mármara, con el Cuerno
de Oro entre la ciudad antigua y el distrito de Pera, y el estrecho del
Bósforo que separa sus barrios europeos y asiáticos hasta
el Mar Negro.
Estambul
emerge hoy en medio de cierta nostalgia por su extenso pasado imperial,
como una de las ciudades más bellas y atractivas del mundo
contemporáneo, industriosa como siempre, orgullosa y preocupada,
como si por fin sintiera que es la heredera de un pasado extenso,
legendario y múltiple, crisol de razas, lenguas, culturas y
credos, depositaria y creadora de un patrimonio inmenso y universal,
volcada sin duda hacia a un presente moderno y promisorio como pocos.